El sábado salí a cenar con mis amigas. Una cena de chicas, de esas que nos encantan. Nos ponemos un vestido bonito y nos pintamos el ojo. Después de una cena muy divertida en un restaurante italiano que acaban de abrir, nos fuimos a bailar.
(Apunte: He descubierto que ahora que no se fuma en los bares huele muchísimo más a sobaquina. Bendito olor a tabacazo el de antes...)
Llegué a casa a las cinco de la mañana. Mis chicos fueron adorables y se marcharon de excursión mañanera para dejarme dormir. No hubo manera: abrí los ojos a las ocho de la mañana y, por mucho que lo intenté, no fui capaz de volver a conciliar el sueño.
Dicen que con la maternidad te cambian el sueño y los horarios. ¿No será más bien que me estoy haciendo mayor?
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