El periódico en papel posee un encanto especial. Como si la información pudiera palparse. Tengo la sensación de que deja huella en la mente y la certeza de que lo hace en las manos. Serán manías mías, pero no me importan los restos de tinta cuando termino de hojearlo.
Por eso, la noticia del cierre de un periódico es siempre mala. Y triste. Como si los fríos y grises motivos económicos no fueran suficientes para tomar esa clase de decisiones.
Ya sé que en la vida real mandan más esas razones que las sentimentales así que, con pena, bye bye adn.